¿Democratización y libertad en la música actual?

 


En la nueva era de los años 20 del siglo XXI se habla con rotundidad de la democratización de la música. 

Es un axioma extendido por todo el globo que el público es más libre que hace 30 años para escuchar lo que desea y eso es gracias a las plataformas tecnológicas. Todo esto frente a la época dorada de la industria discográfica (años 80 y 90), cuando toda audición pasaba de forma indefectible por la decisión, producción, promoción y distribución de las multinacionales. 

Del mismo modo, se habla con elocuencia de la capacidad que tienen los artistas de hoy para elegir su destino, encarrilar su carrera de manera independiente y desligarse de las ataduras de las grandes estructuras mercantiles.    

Atendiendo a rasgos muy generales, si que se han dado pasos en ambos sentidos, sin embargo, si ahondamos un poco esta afirmación está llena de matices e incluso de contradicciones con el principio general formulado.

No me voy a centrar en la supuesta democratización de la música para el receptor, sino en la libertad de creación y acción del emisor, si bien, descubriremos que ambas cuestiones están íntimamente ligadas. 

Respecto de la creación y composición, hay que reconocer, y yo soy un ejemplo plausible, que la tecnología ha propiciado una gran autonomía para el autor en el proceso creativo. Hace solo 20 años era casi impensable lanzar un proyecto sino sabías música (solfeo, composición armónica, contrapunto, conducción de voces, etc...), sino contabas con una banda, un equipo backline potente (teclados, batería, guitarra, micros etc...) y sino acudías finalmente a un estudio de grabación profesional para que grabaran, mezclaran, produjeran y masterizaran tus temas. 

Hoy, la fabricación de programas de "composición" a base de loops, los daws, la casi infinita disposición de plugins y de instrumentos digitales hace que si cuantas con un ordenador potente, una buena tarjeta de sonido, un teclado master y un micro aceptable, puedas crear y producir tus canciones sin necesidad de lo antes descrito: saber música, banda, estudio, etc.

Desde luego, y perdonen si estoy anticuado, me parece deshonesto, hasta antagónico con la decencia, componer música sin tener conocimientos en la materia, sin embargo, respecto de la banda, he de confesar que yo mismo he acabado obstinado de los músicos y de los proyectos conjuntos tipo grupillo, y que trabajo solo por libre elección, es más, no me planteo otra cosa, porque además, la libertad y la independencia individual compositiva forman parte de mi idiosincrasia artística.

Respecto del estudio de grabación, señalar que siempre he sido un fanático de los aparatos y que tengo cosillas para producir un disco decente, pero, a fuerza de ser sincero, prefiero elevar el nivel, sobre todo en lo referente a mesa de mezclas, procesadores, dinámica, microfonía, automatización, escucha y masterización.  

Sin duda, viéndome en retrospectiva respecto hace años, es verdad que he mejorado mis condiciones de trabajo, si bien antes, también es cierto, había más mercado interno a la hora de buscar colaboradores o músicos que quisieran integrarse en un banda, y ya en los 80 o  90 se había alcanzado una tecnología suficiente para ciertas cosas.

Otra cuestión es que se pueda sacar adelante, por ejemplo, una canción o un LP y (como decíamos antes), hacernos famoso.      

Es verdad que existen muchas redes sociales y plataformas digitales donde lanzar tu música (Spotify, Applemusic, Instangram o la propia Tik Tok) incluso las hay más sofisticadas como Discordia, Reddit, Sound Cloud, Groover, etc..., además te toparás con espacios para subir tus conciertos o marketing creativo - comercial para artistas, pero son todas estas plataformas aun son muy minoritarias de público y por ello, todo esto se encuentra ya masificado. Todas estas plataformas tienen un capacidad de alcance limitado, precisamente por la ausencia de público, y en nada pueden competir con las grandes multinacionales del mundo de la música que cogen a un artista, por muy malo que sea, y lo elevan al altar del estrallato solo con poner dinero.  

En este aspecto, podemos hablar de la cara y la cruz de la coyuntura actual. Sí, existen todas esas plataformas, pero son eso, virtuales y resulta difícil abrirse camino a través de ellas. 

En ese sentido, puntualizar que antes existía un circuito discográfico independiente mucho más potente que el de hoy en día, es más, en ocasiones grupos o solistas y casas discográficas se retroalimentaban para medrar. Ese fenómeno fue muy típico en los EE.UU de los 70, en el mercado Británico de los 80 y 90, y sobre todo en el español, y como ejemplo tenemos una firma como Twins de Paco Martín que operó compitiendo de tú a tú con la Warner, la Virgin o la germana Ariola entre los años 1983 y 1994. La expresión galega de este fenómeno era Edigal. Pero todo eso remató cuando la crisis tecnológica de los 2000 (incluido el pirateo) y esto reventó el mercado y revolucionó los esquemas productivos en el arte musical y discográfico. Ahora los independientes casi no tienen capacidad de operación y se dedican a la supervivencia, muchas en nichos concretos. 

También el circuito de directos se ha derrumbado. El sector privado se ha ido al garete en medio de la colectivización y estatalización de la economía artística, debido a la domesticación del arte y de muchos artistas que hacen simplemente música institucional con mensajes enfocados a la complacencia con lo políticamente correcto o en boga.

Para no caer en la generalización excesiva y que el articulo quede en una entelequia voy a retrotraerme a mi experiencia. Recuerdo que entre 1988 y 1989, solo en el ámbito del Área Metropolitana de Vigo realizamos unos 60 conciertos en diferentes locales o eventos, y solo 8 de ellos fueron de promoción pública, que es lo único que queda ahora. En Vigo han desaparecido El Manco, Sete Mares, Nova Olimpia o cientos de pequeños pubs que se lanzaban todos los fines de semanas a contratar grupos. La Movida Viguesa no solo se basaba en el talento de los que creaban canciones sino en el apoyo de muchos empresarios de la noche que merecen reconocimiento y tributo, y como, del público, más ilusionado, avezado y receptivo que el actual.       

Por eso, hoy no hay más libertad creativa. Estamos en una especie de Soviet estatalizado que controla el mercado de directos, incluso del lanzamiento de artistas de lo que Operación Triunfo es la expresión más grotesca, y por otro lado bajo el oligopolio de las multinacionales que manejan el mercado discográfico sin competencia real.

La solución sería menor intervención del Estado en el arte en general y de la música en particular, y volver al esquema de los 80 con la tecnología y plataformas actuales. Ojo, esto rompería las cadenas de la esclavitud al formalismo institucional o de las modas, avivaría la competencia y abriría un sinfín de nuevas posibilidades.